viernes, 30 de agosto de 2013

Núremberg, una ciudad con mucho juicio

Dentro de mis planes por disfrutar al máximo de estar aquí mientras en paralelo me dedico a buscar trabajo y piso ( ¡toma ya! ) quise, hace un par de semanas acercarme por la ciudad de Núremberg, en Franconia, y que también pertenece al Estado de Baviera.
Tras comprar el ya manido Bayern-Ticket, el viaje duró un par de horas de tren hasta llegar a la estación o Hauptbahnhof, que estaba justo al lado del casco antiguo. Después de haber estado la semana anterior en Salzburgo, que me gustó pero tampoco era el recopetín, me quedé gratamente sorprendido de ver una ciudad tan, tan bonita como Núremberg.
Como todo el mundo sabe, aquí se celebraron los juicios a los jerifaltes nazis después de la Segunda Guerra Mundial. La razón de que los hicieran allí es que era una ciudad de alto valor simbólico para el nacionalsocialismo, ya que en Núremberg se celebraban cada año sus congresos ( Parteitag o día del partido ), uno de los cuales está reflejado en la famosa película "El Triunfo de la Voluntad" de Leni Riefenstahl.
Precisamente por eso aquí hay un centro de documentación de aquellos eventos que está enclavado en un edificio que se quedó a medio hacer cuando empezó la guerra. Es un mamotreto de piedra y ladrillo impresionante, de dimensiones mastodónticas. El centro del que hablo está como injertado dentro del edificio antiguo, colonizándolo y tomando forma en su interior.




Luego la exposición tampoco era nada del otro mundo, había detalles que estaban bien, como el de la foto que sigue, pero quién conoce un poco la historia encuentra pocas cosas que no supiera de antemano. Al menos, eso sí, la audioguía en cristiano era gratis.

En las siguientes fotos, se muestra lo que parece un patio, ¡pues no! era una sala de reuniones que se supone que iba a ir cubierta. Imaginense a miles de nazis, con sus camisas pardas y sus caras de mala leche, haciendo turnos para besar el culo del Führer.


Ya en el exterior, cerca de allí ( bueno, había que dar un "paseíllo" ) está la tribuna que sale siempre en los documentales, donde hablaba Hitler en los congresos del partido. Parte del complejo del Zeppelinfeld se conserva, y se le puede echar un vistazo, e incluso subir al estrado desde donde hablaba el dictador.






Ya finiquitado el tema de los nazis, tomé el tranvía y me dirigí al casco antiguo. Después de haber visto ya varias ciudades alemanas, tengo que reconocer que creo que esta tiene mucho encanto. Tiene de todo: su castillito, su río, sus casitas con techos puntiagudos, sus fuentecitas, sus suelos adoquinados, sus tiendas de souvenirs, sus japoneses con sus camaritas...









Hay un defecto en las fotos, y es que se me empañó el objetivo y no me di cuenta hasta que no las descargué, es una lástima, lo mismo tengo que volver para sacar más.


Te podías encontrar, mientras te adentrabas por los jardines y los edificios de la fortificación, con rincones como este:



Cuando salí del castillo, lo que hice fue sentarme en una terraza y disfrutar del ambiente, respirar hondo y detenerse unos segundos para caer en la cuenta de dónde estás y la experiencia que estás viviendo. Por supuesto con una cerveza se disfruta más de dichas sensaciones, y con un libro ya ni les cuento.




Me encontré de nuevo con la franquicia "Café & Bar Celona", que también vi en Hannover. En este caso, se situaba en un entorno privilegiado:



Me gustaría enseñar todas las fotos que saqué, pero me temo que son demasiadas, simplemente, para terminar, quiero recomendar la visita a Núremberg, porque es bastante más que los hechos desgraciados por los que se la conoce.
Después de ésto ya me dediqué a perderme por las calles de esta maravillosa ciudad, que, por si alguien lo lo sabe, está hermanada con Córdoba, y de hecho, la Glorieta de Almogávares de toda la vida se llama Glorieta "ciudad de Núremberg", así que miren que cerca la he tenido desde siempre. En resumen, una visita muy recomendable para cualquiera, y un motivo más para seguir pensando en viajar.

domingo, 25 de agosto de 2013

El Schloss Nymphemburg

Hoy, en un domingo lluvioso y gris, metido en casa prácticamente todo el día, escribo esta entrada para recordar mi visita al palacio Nymphemburg de hace dos domingos, en la que disfruté de una mañana soleada y de un lugar que todavía no había visto desde que vine a finales de junio.


Este palacio, es la sede de la casa de Wittelsbach que fueron primero duques y posteriormente reyes de Baviera. Para llegar hasta él atravesé un canal, bonito pero un pelín largo. Después tenemos el típico palacio, con el típico jardín enoooooooorme y las no menos típicas fuentecitas. Lo primero que vi fue un gran estanque con cisnes, enfrente del cuál había un buen número de zurullos, que espero que no sean de los cisnes, porque si no, para mí, este animal habrá perdido para siempre su encanto.





En el palacio propiamente dicho no entré, porque costaba un pastizal y la verdad es que no me apetecía pasarme media mañana metido allí. Es de las típicas cosas que dices que ya tendrás tiempo de ir a ver, que no se va a mover de ahí, pero que luego al final no vas nunca.

Lo mejor de la excursión fue sentarme a leer en un banco justo delante de un lago. Tuve la compañía de unos cuantos patos que andaban pululando por ahí. Ese libro, por cierto era "Winter of the world" de Ken Follett, que me sirvió para que no se me oxidara el inglés.  Lo terminé hace tres o cuatro días, y estoy pendiente de empezar otro. 



Como he dicho al principio, hoy es un día malo. De hecho el otro día leí que ayer fue el último día de buen tiempo, espero que no sea verdad, y no tenga que acostumbrarme tan pronto a la mala climatología. Pues bien, esta mañana he estado visitando un piso para cuando se me acabe la estancia en mi actual vivienda, en la que me queda menos de un mes. Me ha recibido una chica, que es la que se va y en cuya habitación supuestamente me quedaría. Me dio mala espina que no me hiciera ninguna pregunta, y mis sospechas se han confirmado cuando 4 horas después de la visita me ha mandado un SMS diciéndome que se han decantado por otro candidato. Se ha dado más prisa incluso que los estudios de arquitectura que me mandan sus emails de rechazo a mi currículum. En fin, el miércoles tengo otra cita y a ver si hay más suerte. Hasta entonces, sólo queda tener paciencia.

viernes, 16 de agosto de 2013

Salzburgo, la ciudad de Mozart y de Red Bull

La semana pasada decidí que a pesar de la incertidumbre que tengo en el plano laboral, debía relajarme y disfrutar de vivir en una ciudad que ofrece tantas posibilidades como Múnich. Paradójicamente, lo que pensé fue en dedicarme a visitar sitios que están fuera de la ciudad.
Para el primer viaje decidí probar con Salzburgo, ciudad austríaca pero a la que se puede llegar por un precio muy económico gracias al Bayern-ticket. Es una oferta similar a la que utilicé para visitar Hannover desde Göttingen. Me habían hablado muy bien de ella y no quise darle más vueltas, ¡a Salzburgo!
Esta ciudad pegada a la frontera con Alemania es la patria chica de Wolfgang Amadeus Mozart, hace algún tiempo ya, y en la actualidad es la sede de Red Bull, esa bebida de repugnante sabor que se supone que te da alas, aunque a mí sólo me da arcadas. (¿se imaginan en el anuncio? ¡Red Bull te da arcaaaaadas! )
Lo primero que hice fue sacarme la Salzburg Card, que por un módico precio te permite no tener que preocuparte más por lo que cuesta entrar en ningún sitio de la ciudad. A partir de tres museos que veas, ya la has amortizado, ya que por ejemplo la visita a la Fortaleza Hohensalzburg costaba la friolera de 11,50 euros de vellón, con lo que al final te sale a cuenta.
Dicha fortaleza fue lo primero que visité por la mañana. Es el típico castillo ubicado encima de una montaña, dominando la ciudad y el paisaje circundante. Se accedía mediante un funicular bastante curioso, que permitía tener unas excelentes vistas y hubiera sido interesante sacar alguna foto o video del recorrido, pero como estábamos igual que sardinas en lata, me fue imposible sacar la cámara, y si hubiera podido, no habría podido inmortalizar más que un puñado de sobacos agarrados a una barra.




Es castillo en sí, pues era eso…un castillo. Con sus torreoncitos, sus ventanitas, y toda la parafernalia habitual. Dentro estaba el típico museo que enseña algunas estancias especiales y una exposición sobre el Regimiento de Infantería Reiner, del ejército austrohúngaro. Después, me pensé si bajar andando hacia la ciudad o tomar de nuevo el funicular. Después de pensármelo una décima de segundo, me decanté por la segunda opción.
Como curiosidad, visité el museo Panorama, que ofrecía una exposición sobre la familia von Trapp, los de “Sonrisas y lágrimas”, ya que ellos vivían en Salzburgo y la película también fue rodada aquí. La verdad es que Julie Andrews es bastante más mona que la María von Trapp de verdad, para que les voy a engañar, y el Capitán parece en las fotos que mide metro y medio, nada que ver con Christopher Plummer. Este hombre en la realidad, fue comandante de submarinos en la primera guerra mundial, y tuvo la mala suerte de que al final del conflicto se disolvió el Imperio Austrohúngaro y su país perdió todas las salidas al mar que tenía, por lo que claro, ser marino en un país que no tiene agua más que en los grifos, tenía el mismo futuro que un diseñador de moda en Somalia.
Fue muy interesante la visita a uno de los dos museos de arte contemporáneo de la ciudad, el Mönchsberg. El que yo vi estaba en una montaña pero se entraba por la puerta que se ve en la foto, quedando lo que es el museo propiamente dicho, en la cima. Se accedía por medio de un ascensor dentro de una cueva. El edificio era la típica cajita blanca de cristal, con algún detalle interesante en el interior. Las exposiciones tampoco estuvieron mal, sobre todo un video en el que aparecía trabajando el pintor Hubert Scheibl, cuya obra era objeto de una exposición temporal.




Las calles de Salzburgo son las de una típica ciudad germana, parecida a las que he ido mostrando en este blog en los últimos tiempos. De vez en cuando te encontrabas con jardines magníficos, como el de la foto, o recorridos estimulantes, como el cruce del río a través de una pasarela peatonal.




Lo último que visité, ya reventado de tanto andar, fue la casa en la que vivió Mozart durante unos ocho años. Nunca me han hecho mucha gracia este tipo de sitios, porque no me parece que tenga ningún interés ver la escupidera en la que el artista hacía sus “cositas”, o sus vasos de duralex ( durrrrralex en alemán ). En esta ocasión, lo que más había eran retratos suyos y cuatro tonterías más, para que nos vamos a engañar, con lo que mi estancia allí fue más bien corta.
Al final, regresé a la estación hecho polvo de tanta caminata, y pensando en el próximo destino, bueno, en eso y en ir al baño, la verdad. Eso sí, la experiencia ha merecido la pena y repetiré, sin duda alguna. 


viernes, 2 de agosto de 2013

La mudanza, nuevo deporte olímpico

Por fin estoy instalado en mi nuevo piso, en la antigua villa olímpica de Múnich 72. Me ha dado un poco de penita irme del otro, porque estaba en pleno centro de la ciudad, y también por mi compañero, con el que he pasado un mes bastante bueno, pero en fin, después de todo, sólo son nueve paradas de metro.

En dos meses que llevo aquí me he mudado una vez de ciudad, de Göttingen a Múnich, y otra de piso, desde el de Sendlinger Tor hasta este en Olimpiapark. Otra gente que vive aquí también se muda cada cierto tiempo, lo que ha provocado que, en cierto modo, haya “profesionales” de las mudanzas. Obviando, claro está, a las empresas especializadas en la materia. No me extrañaría que la hicieran un deporte olímpico, dada la frecuencia con que por estas tierras se cambia de domicilio. Ahí seguro que Alemania nos ganaba fijo.

Reconozco que ésta fue menos traumática que la última, aunque es cierto que cada vez que iban pasando los días y me daba cuenta de que se iba acercando el momento, me entraba un canguelo considerable. Al final, sólo fueron dos viajes en metro cargado de maletas y bolsas los que necesité para trasladar todos mis enseres desde una vivienda hasta la otra
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Mi nuevo piso está bastante bien, se accede directamente desde la calle, sin portal previo, ya que esta zona es toda peatonal y no pasan coches. Consta de un saloncito, con la cocina integrada, un baño y se acabó. Pequeño, pero está bastante bien. El dueño es un chaval bastante simpático, aunque un pelín maniático de la limpieza. Yo creo que esa criatura no va a conciliar el sueño hasta que no vuelva de sus vacaciones y compruebe cómo le he dejado su casita. Está todo amueblado de IKEA y, como digo, es bastante acogedor, luminoso, y, para mí solo más que suficiente.

Por otro lado, estoy asistiendo a un curso intensivo de alemán en la Volkshochschule, de un mes de duración en el que damos unas 16 horas semanales de clase. Aquí también hay gente de todas partes aunque también hay dos españolas, no como en el Goethe que no había ningún compatriota.

En fin, aquí, como en España, la actividad en agosto también va a medio gas, así que habrá que pasar este mes como se pueda, aguantando calor igual que en España y yendo a clase, por cierto con un horario demencial: de 14 a 17,15h, con lo que la tostada que me cae tanto al entrar como al salir es considerable.


En fin, espero que todo el mundo pase unas felices vacaciones y un no demasiado caluroso mes de agosto.