sábado, 13 de septiembre de 2014

Vuelta al cole y vuelta al blog

El hecho de que en pocas semanas vuelvo a España me ha motivado para retomar el blog, que tenía dejado de la mano de Dios, de modo que me he decidido y aquí estoy, con los dedos en el teclado y la mente... bueno, esa no sé dónde la tengo.
Es imposible contar en unas pocas líneas lo acontecido durante tantos meses, por lo que, con su permiso, no me esforzaré en intentarlo.

Laboralmente, mi contrato se acaba a final de mes, y no me lo van a renovar, pero afortunadamente, después de casi tres meses de búsqueda, he encontrado un nuevo empleo, al que me incorporaré justo después de volver de España. Ya he firmado el contrato y las condiciones son mucho mejores que en el anterior, por lo que no me puedo quejar.

Por otro lado, estoy también llevando a cabo mi sexta mudanza, para vivir definitivamente con mi novia alemana, con lo que eso supone de acarrear trastos, limpiar etc. Pero bueno, todo sea eso.

Hablando de tener novia alemana, el hecho de emparejarse con una teutona implica el tener que acudir a eventos familiares. La semana pasada fuimos a Baden-Baden a celebrar el cumpleaños materno; eso me permitió ver la ciudad, que es pequeña y coqueta, pero según la jefa, es un poco aburrida. La celebración transcurrió bien, a pesar de que el concepto de barbacoa con vino y no con cerveza no lo termino de ver. Además, no se lo digan a nadie, pero la comida se hizo en el patio y al principio hacía un poco de fresquete, por lo que cuando me dieron unas sandalias ( todo el mundo en Alemania deja los zapatos en la entrada ) no me quité los calcetines. Ahí lo dejo, no vaya a ser que me retiren el pasaporte español.

Ya por la noche, nos invitaron a ver una operette en un pueblo cercano, que como espectáculo musical estuvo bastante bien, aunque no me enteré de un pimiento. No sólo hablaban en alemán, sino también en badisch, el dialecto de aquí, con lo que a ratos tenía uno que poner el piloto automático para intentar prestar atención.

Este último año ha sido para mi el más viajero, habiendo visitado Holanda, Italia, Suecia y distintas ciudades de Alemania. En ellos he visitado amigos, edificios que me interesaban desde el punto de vista arquitectónico o simplemente periodos para descansar en la playa con un buen libro, que de vez en cuando también hace falta.

En cuanto a arquitectura, el viaje a Holanda fue realmente fructífero, habiendo recorrido ciudades como Rotterdam, Amsterdam y Utrecht con mi amigo Miguel, además de por supuesto Alphen, el pueblo donde él vive. Allí descubrimos que rascando rascando, se puede encontrar un bar abierto en un pueblecito holandés un domingo a la una de la mañana. Lo que pasó después es secreto de sumario.

Volviendo al tema, tuve la oportunidad de visitar, desde el Kunsthal de Rotterdam, obra de Koolhaas, que tenía desatinos como el de colocar un pilar en medio del salón de actos, tal y como se ve en la foto, o la casa Schröder de Gerrit Rietveld, con WC con paredes móviles incluido. No hay que olvidar el Ayuntamiento de Utrecht, obra del admirado Enric Miralles, donde no sólo se amplía el edificio existente, sino que además se crea una plaza muy coqueta.

                         Pilar en medio del auditorio del Kunsthal

                               Ayuntamiento de Utrecht

La mejor experiencia arquitectónica que he tenido ha sido la visita a la Biblioteca Municipal de Estocolmo de Erik Gunnar Asplund de finales de los años 20. Una secuencia de entrada que comienza con una rampa que comunica con un vestíbulo de techo muy alto, que nos lleva hacia la escalera que finalmente nos deja en la sala de los libros, circular, con unas proporciones magníficas, y en la que saqué fotos de multitud de detalles. Los cambios de altura entre unas salas y otras, marcan la transición entre espacios, aunque quizá lo mejor es la grandiosidad del espacio central. Merece la pena ir a Estocolmo para ver el edificio, porque la verdad es que las fotos no le hacen justicia.



En el cementerio, obra de Asplund igual que la biblioteca, vimos como curiosidad la tumba de la actriz Greta Garbo.

Como he dicho antes, a final de mes vuelvo a España, y no porque se me haya acabado el jamón ( que también ) o que el verano en Múnich se haya acabado ya hace semanas y nuestros días sean más bien otoñales, sino porque va siendo hora de darle un gusto al cuerpo. Eso no es óbice para que no eche de menos las birras de medio litro, hecho que habrá que compensar a base de cañas de Cruzcampo.

He estado dos veces en Italia, la primera en el Gardasee para los alemanes, o Lago di Garda para los italianos, y la segunda en la región de Abruzzo, bañada por el mar Adriático.

Estuvimos en el Gardasee en Abril, y no puedo evitar decir que a 50 metros de haber cruzado la frontera italiana, ya nos habían timado con el cambio al pagar el peaje. Dicho lago es muy grande, y lo rodean pueblos muy bonitos, de los que visitamos unos cuantos, como Sirmione o Peschiera, por ejemplo. Eso sí, está todo lleno de alemanes y la verdad es que se desconecta poco.

                                                     Sirmione

Ya en junio, fuimos a pasar dos semanas a un pueblecito de Abruzzo llamado Montesilvano, que está justo al lado de Pescara y donde hasta los cuervos pasan de largo. Teníamos habitación en un apartahotel, en el cual nos torturaban cada noche con sus “espectáculos” musicales que se escuchaban desde todas las habitaciones. Lo mejor es que teníamos playa privada, con su chiringo, sus sombrillitas, sus subsaharianos vendiendo productos de imitación, etc. El paseo marítimo del pueblo era más estrecho que el pasillo de mi casa de 38 metros cuadrados, y se daba la extraña circunstancia de que en los fines de semana de junio los chiringuitos de la playa y el paseo estaban cerrados, con lo cual , aparte de dar con mi gozo en un pozo, me llevé una desagradable sorpresa.



Tuvimos la oportunidad de visitar unos pueblos bastante bonitos como Pacentro, atravesando carreteras comarcales terribles, donde hasta las cabras tendrían que ponerse voltarén en las pezuñas.

La mejor visita de aquel viaje fue la última noche, que pasamos en Ferrara. Es una ciudad que merece la pena visitar, porque te trasladas a una época durante unos segundos, hasta que un ciclista te pisa el pie con una rueda, y otras cosas por el estilo. Muy recomendable.


En cuanto al trabajo, mis compañeros siguen tan simpáticos como siempre, y derrochando simpatía a raudales. Suerte que tengo a mi compañera catalana, con la que todo es mucho más fácil. Puedo afirmar con rotundidad que los alemanes no son robots adictos al trabajo, sino que tienen capacidad para tocarse las pelotas como nosotros o incluso más. Eso sí, lo hacen más eficientemente que para eso son alemanes. Lo mejor es aprender de las cosas que hacen muy bien en el trabajo, que son muchas, para poder aplicarlas en el futuro.

Para saber más sobre el sistema alemán he comprado libros de Projekt Management y un atlas de proyectos para familiarizarme lo más rápido posible con la normativa y poder trabajar mejor en los proyectos. Hay que cambiar el chip con respecto a España, porque aquí los procedimientos no tienen nada que ver, aunque muchas veces no son mejores, sino todo lo contrario. Hay que currar mucho porque aquí ni te regalan nada ni se atan los perros con longaniza, y más en Alemania, donde todos hablan muy raro.

En fin, espero no volver a tardar tanto en escribir en el blog, y pueda escribir en él más regularmente, en el caso de que alguien siga interesado en leerme. Este año, septiembre y octubre vienen con una vuelta al cole bastante movidita, trabajo nuevo, mudanza,etc. Pero bueno, suerte y al toro.