domingo, 23 de junio de 2013

Hannover tiene un color especial

El pasado sábado hice una pequeña excursión a Hannover por medio del Niedersachsen Ticket, una oferta con la que puedes viajar en cualquier tren, excepto el ICE ( el equivalente alemán del AVE ) con un máximo de hasta cinco personas, de modo que es extremadamente barato. En mi caso, fui en solitario a visitar la capital de la Baja Sajonia.

Lo primero que me llamó la atención nada más poner el pie en Hannover fue la cantidad de gente que pedía limosna en los alrededores de la estación y en las calles comerciales aledañas. Más tarde incluso vi una pareja de rumanas pidiendo con un bebé en brazos, y por un momento, me dio la impresión de estar otra vez en España.
Después de una breve visita a la oficina de Turismo, donde puse a prueba mi alemán con un resultado más o menos satisfactorio, y conseguir un cutre-mapa de la ciudad, me dirigí hacia el centro para ver que se cocía en Hannover. Bueno, en realidad el que me cocí fui yo porque aunque al principio de la mañana hacía algo de fresquete, después hizo un calor de mil demonios.
En el centro me encontré con edificios de estilo muy similares a los que ya me había encontrado en Göttingen, e iglesias como esta.


Junto a esa iglesia, existía un local de tapas de ambiente español, llamado “Café-Bar Celona”, del que no pude resistirme a sacar unas fotos.


Ese día dio la casualidad de que se celebraba el centenario del Neues Rathaus o Nuevo Ayuntamiento; con escenario, puestos de comida y bebida, exhibiciones de baile, etc. Todo dio igual cuando vi esto:

Sí, dos banderas de España como dos soles que pude ver desde arriba de la escalinata y hacia las que me dirigí como si me fueran a regalar algo. Resultó ser un puesto de la colonia gallega de emigrantes españoles, llamada “Barrio Galego”, cuya sede está en la plaza Rosalía de Castro de Hannover. El señor que había allí, ataviado con un polo de la selección española de fútbol, me atendió muy amablemente y accedió a contarme un poco lo de su asociación, que tenían un equipo de fútbol, y también me explicó que en los últimos meses habían llegado 3 o 4.000 emigrantes españoles nuevos. Según él, los alemanes aprecian bastante a los españoles, cuya relación históricamente ha sido siempre buena, al contrario que a los italianos.
Además, tuve la oportunidad de disfrutar de una cerveza Estrella Galicia escuchando en el equipo de música del puesto “Sevilla tiene un color especial”, con lo que se me pusieron los pelos como escarpias, y saboreé un momento inolvidable.
En el puesto se vendían solamente productos españoles, tanto bebidas como paella, jamón, etc. Al final el hombre se despidió cortésmente y me deseó mucho éxito.


En la feria que tenían allí montada había puestos de todos los partidos políticos, a ver si pillaban algo porque en septiembre habrá elecciones a canciller, y os enseño, entre todos ellos, la bandera del conocido Partido Pirata:

La siguiente parada fue el Machsee, una gran extensión de agua donde la gente hace remo o vela, y alrededor de la cual la gente hace picnics o bebe cerveza por un tubo. En la foto se ve también una inscripción realizada en tiempos de la Alemania nazi, dónde podemos ver la cruz gamada borrada del escudo ( ese símbolo está prohibido por la ley en todo el país )


Junto al estadio del Hannover 96, equipo de fútbol de la ciudad hay una calle dedicada a Robert Enke, el malogrado portero que jugó en el club local y también en el Fútbol Club Barcelona. Dicen que sufría depresiones y no pudo soportar la muerte de su hija de dos años por una enfermedad; se suicidó arrojándose a las vías del tren.

Volviendo hacia el centro, me di cuenta de que los alemanes no tienen ni idea de hacer portadas para sus recintos para fiestas, a ver quién puede comparar la portada de la feria de Córdoba con este pestiño:


Lo siguiente fue ver una "torre" que construyó Frank Gehry a finales de los 90, aunque no sé por qué la llaman así porque tampoco es demasiado alta.



Realmente la excursión me salió bastante barata. Creo sinceramente que en lo que más me gasté el dinero fue en ir al WC. No, no es una broma, aquí te cobran por ir al baño en todas partes, hay tornos como en los estadios de fútbol, por lo que si te estás meando o… ejem, y no llevas calderilla, prepárate para lo peor…

viernes, 21 de junio de 2013

Tres semanas, tres cervezas

Cuando llegas a Alemania desde España es difícil quitarte el chip de que estás de vacaciones, sobre todo en cuanto a apretarse el bolsillo, a tener en cuenta cosas para el retorno, etc. Sales a pasear sin tener presión de temas laborales, vas con la cámara a todas partes, planificas visitas a los sitios más turísticos y tu cabeza está desconectada del mundanal ruido. He sufrido en mis carnes este fenómeno y voy a poner un ejemplo muy ilustrativo: la cerveza.
Este bendito líquido amarillo ( oh, la cruzcampo ) que tanto nos gusta y nos embriaga, nunca mejor dicho,  es una prueba irrefutable de lo anterior. Cuando llegué al Instituto Goethe hace tres semanas, muy ufano yo, empecé comprando en el Kaufland las botellas sueltas de medio litro de Paulaner o Erlinger, es decir, cerveza de trigo. Después de un par de visitas más al supermercado, buceando en las profundidades de la sección de bebidas, descubrí que existían packs de 6 que no eran tan grandes, sino que tenían un tamaño más normal de un tercio como los que tenemos en España. Por último, para el “botellón” del que hablé en mi último post compré cerveza 5.0 de lata ( en mi opinión le pegaría más el nombre 0.5 ), una de las más baratas que había en el supermercado, y la única cerveza de trigo que tenían con ese envase.


Toda esta evolución demuestra como poco a poco se va uno más o menos adaptando, y de comprar las birras guays de cristal de medio litro he terminado con las latas cutres y baratas, recordando aquellas que comprábamos en el Plus para los peroles, que valía más el cartón del embalaje que la propia cerveza.
Espero que todo este proceso no desemboque a mi llegada a Múnich, en terminar bebiendo agua del grifo, o lo que es mucho peor: cerveza sin alcohol. Después de todo, el Oktoberfest llegará antes de que nos demos cuenta y hay que estar preparados.

miércoles, 19 de junio de 2013

En Alemania también hay botellón

Me pillan recién llegado del almuerzo, con día y medio libre por delante, puesto que mañana hay un examen de los oficiales del Goethe y nos echan, dicho suavemente, de clase.

Esta noche hemos quedado algunos compañeros de clase para ir de Kneipen, es decir, para ir de pubs. He descubierto que el botellón es un fenómeno ancestral que existe en todas las culturas. Los yanquis, por ejemplo, lo llaman “pre-game”, y viene de las cogorzas que se pillan antes de los partidos de fútbol americano, de ahí la pasión con la que viven los encuentros.

Básicamente, en cualquier cultura, el objetivo de este fenómeno es el mismo: ahorrar pasta. Aquí es distinto que en España con respecto al garrafón porque mayormente lo que se bebe es cerveza, y si acaso, cócteles, por lo que es simplemente un asunto pecuniario. La diferencia estriba de momento en que cada uno se tiene que llevar su propia bebida, no como en España que se va a comprar en grupo.

Otra diferencia, más importante si cabe que la otra, es que para irse aquí de botellón hay que estudiar. Sí señor, hay que estudiar. Si no ya me dirán a mi ustedes de qué puñetas vamos a hablar en un botellón si el vocabulario se reduce a “Ein Weizen von Fass, bitte” ( Una cerveza de trigo de grifo, por favor ). Así que ya me toca hincar los codos toda la tarde para ampliar mi vocabulario a un nivel decente, al menos hasta que la gente lleve un par de birras y empiece a hablar en yugoslavo.

De modo que después iré a comprar las birras en lata para el botellón y luego a empollar. Ya les contaré como fue la cosa, seguiremos informando.


POSDATA: No me resisto a incluir en este post un comentario acerca de lo siguiente: Probablemente tendremos que poner música de nuestra Heimat o tierra natal en la próxima clase. Estoy ahora mismo entre Paco de Lucía y No me pises que llevo Chanclas, pero no termino de decidirme. ¿La virtuosa guitarra de don Paco, o el agropop de Pepe Begines? ¿Entre dos aguas o Bolillón? Se admiten sugerencias.

martes, 18 de junio de 2013

Viaje a Eisenach ( 2ª parte )

En este post prosigo el relato de mi viaje a Eisenach, partiendo desde que acabamos la visita al museo; después de la cual almorzamos en el propio castillo, en un bar que pueden ver en la parte derecha de la foto.
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La comida fue un plato típico de Turingia, dos bolas enormes de patata con una carne en una especie de… bueno, no lo sé, pero yo me lo comí y estaba bueno. La comida además fue muy divertida, porque estuve acompañado de un chico y una chica de Estados Unidos y un iraní, gente bastante simpática y echamos muy buen rato. Por cierto que me entraron ganas de comentarle al iraní cosas sobre el “celebrities” de Muchachada Nui de Ahmadineyad, pero claro, me pareció un poco fuerte decirle algo así como: “Oye, unos manchegos cachondos han hecho un vídeo descojonándose del presidente de tu país, ¿qué te parece?  ¿A qué es gracioso?  
Tuvimos la oportunidad de bajar la comida yendo a patita hasta el centro de la ciudad, bajando por la escalera sin fin y atravesando un bosque. Cuando llegamos a la plaza de la foto, ya tenía las bolas de patata en el tobillo. Con el cachondeo, por el camino empezamos a inventarnos palabras mezclando el alemán con el inglés, por ejemplo, como no sabíamos cómo se dice en alemán subir escaleras, hicimos una mezcla y nos salió up gehen ( gehen es el verbo ir en alemán ). Para bajar creamos down gehen, y nuestra acompañante, profesora del Goethe, se rió bastante con eso.


Hicimos una visita a esta iglesia, en la que según dicen predicó Lutero, y en la que hay en la puerta una estatua del omnipresente JS Bach. Una de las chicas del equipo del Goethe que vino con nosotros estaba explicándole en inglés a un compañero cosas sobre la iglesia, comparando a las protestantes con las católicas, que si éstas están muy decoradas y las protestantes no, que si patatín que si patatán, etc. Yo le hice el comentario de que las protestantes es cierto que son más sobrias que las nuestras católicas, y le dije que también eran más baratas, por lo que se sorprendió un poco y le hizo gracia, aunque me dio la razón. Si es que los alemanes tienen la austeridad en la sangre ( también le iba a decir que arderían en el infierno por herejes, pero como los billetes de tren para volver los tenía ella omití ese pequeño comentario ).



Como curiosidad, en la plaza había una sucursal del Banco Santander. Después de ésto no me sorprendí ayer cuando dando una vuelta me encontré otra aquí en Göttingen.

Caminando por las calles nos topamos con la que dicen que es la casa más pequeña de Alemania. Mide dos metros de fachada por diez de largo, y parece de juguete comparada con las de al lado.

La última visita que hicimos fue ver la casa-museo de Bach, o Bachhaus. Como se ve en las fotos, es la casa original junto con una extensión moderna que sirve para ampliar el museo. Observamos que la arquitectura antigua ( en realidad no lo es, la casa quedó prácticamente destruida por un bombardeo, pero el militar estadounidense que liberó Eisenach ordenó rehabilitarla lo antes posible ) y la moderna se mezclan sin ningún complejo.





La visita al museo fue rapidísima porque teníamos que coger el tren ( el primero de ellos ) de vuelta, así que la visita fue visto y no visto. Lo que sí tuvimos la oportunidad es de escuchar a un fulano tocando instrumentos de la época de Bach en una sala dedicada a esto.
Había multitud de instrumentos antiguos, libros etc. Me llamó la atención que un compañero yanqui le hizo una foto a la cocina de Bach. Yo empecé a descojonarme y le dije en un lamentable alemán: “Con todos los instrumentos, partituras y cosas musicales de Bach que hay aquí, ¿la única foto que vas a echar en el museo va a ser de la cocina?” Mi colega estuvo riéndose cinco minutos, me imagino que pensando:  ”hostias, es verdad ( traducción simultánea del inglés )”. Lo cierto es que no le vi volver a sacar la cámara.
Después nos fuimos volando para la estación, que después de casi ni haber visto el museo y correr pensando que llegábamos tarde, al final llegamos los primeros. Fue gracioso ver como con el estrés de perder el tren los americanos con los que iba dejaron de hablar en alemán como habían hecho durante todo el día y empezaron a hablar en inglés ( por supuesto soltando improperios que no reproduciré en esta tribuna ).
Finalmente, volvimos a repetir el mismo proceso de transbordos que a la ida y llegamos sanos, salvos y molidos a Göttingen, nuestro punto de partida.

domingo, 16 de junio de 2013

Viaje a Eisenach ( 1ª parte )

Ayer fue uno de mis mejores días, si no el mejor, de los que llevo en el Goethe Institut. Estos organizaron una excursión a Eisenach, ciudad conocida ( bueno, es un decir ) por ser la patria chica de Johann Sebastian Bach.

Como todo trasdós tiene un intradós, la otra cara de la moneda ha sido tener que levantarse a las siete de la mañana un sábado, aunque el sol que entra por mi ventana carente de persianas desde las cinco y media ha sido de gran ayuda para espabilarme. Habíamos quedado enfrente de la Bahnhof, useasé, la estación de ferrocarril, a las 8,20 de la mañana.

Lo peor de todo ha sido que hemos cogido un autobús, nos hemos bajado en un pueblo llamado Heiligestadt, hemos cogido un tren, nos hemos bajado en Gotha, donde hemos cogido otro tren que nos llevó hasta un Bus, que a su vez nos llevó hasta el castillo de Wartburg. Cambiamos tantas veces de vehículo que estuve a punto de subirme a un cochecito de niño que vi nada más bajarme del autocar.

Durante el trayecto en Bus, tuve la oportunidad de aportar mi granito de arena, modestamente, a la lengua de Schiller y Goethe. Scheisse es la palabra en alemán para decir “mierda”. Pues bien, después de buscar la tercera palabra en alemán en mi diccionario de bolsillo sin que viniera en éste y que mi compañero de asiento se partiera el ojete, acuñé el superlativo “Am Scheissesten”, referido a dicho diccionario y que ya se pueden imaginar lo que es. ( ejemplo: schnell significa rápido, el comparativo es schneller, y el superlativo am schnellersten, es decir, el más rápido; con eso ya se pueden hacer una idea ). Huelga decir que después aplicamos durante todo el viaje ese concepto a todo lo que se meneaba.

Para llegar, fue necesario que subiéramos la escalera más larga del mundo, y probablemente la más limpia, porque todo el mundo la sube con la lengua fuera. Por supuesto, yo no fui menos.

El castillo de Wartburg, en Eisenach, se encuentra en el estado federado de Turingia, y es Patrimonio de la Humanidad desde 1.999. Por desgracia, y al igual que me ha pasado con el centro de Göttingen, está en obras y al llegar nos topamos con un montón de andamios, pero dio igual porque hay sitios fantásticos para hacer fotos. Es un lugar muy importante en la historia de la unidad alemana y, por ejemplo, un concurso de trovadores que se celebró aquí en la Edad Media es uno de los elementos que utiliza Richard Wagner en el argumento de su ópera Tanhäuser.


Cuando entramos, nos encontramos con el típico castillo medieval, que me recordó al “Castillo del Rey Loco”, en Neuschwanstein, en Baviera, famoso por haber inspirado a Walt Disney el castillo de la Bella Durmiente en Disneylandia. Penetrando por el complejo llegamos a un gran patio y me empezaron a entrar sudores cuando vi a gente caminando por una escalera exterior hasta lo alto de una torre. Nunca se acuerda uno de que tiene vértigo hasta que está en una situación como esta.






Hicimos un tour con un guía alemán, que no tuvo piedad y no habló un poquito más despacio para que pudiéramos entenderle mejor. Por este motivo sólo me enteré de cosas sueltas, como que este castillo fue el escenario donde se rodó una película más o menos reciente: “Lutero”, con Joseph Fiennes. El motivo es que éste ( Lutero, no Joseph Fiennes ) pasó unos meses en el castillo, lo que ya no les puedo decir es qué puñetas hizo durante ese tiempo porque no me enteré de un pimiento. Les enseño unas fotos de su alojamiento privado: 


Por otro lado, sí entendí un comentario que hizo respecto a que la sala donde se representaban las óperas de Wagner en Neuschwanstein, del que he hablado antes, era una copia del que tenían ellos en Wartburg, dicho esto con una pizca de retintín.


Y así acabó la visita al castillo, en mi próximo post hablaré de lo siguiente que nos deparó el día....

martes, 11 de junio de 2013

Vámonos pa la Ferien, cariño mío

El otro día nos encargaron en clase que preparáramos una pequeña presentación sobre alguna fiesta o celebración que tuviera lugar en nuestra Heimat ( tierra natal ). A mí me dio por elegir la Feria de Córdoba, con la consiguiente tarea de enseñarles nuestra fiesta en 3-4 minutos, en alemán a una gente entre la que hay cinco estadounidenses, dos saudíes, dos libios, un argentino, una venezolana, una brasileña, una japonesa y un turco. Al principio me pareció que ni Punset sería capaz de acometer tal tarea, pero me puse manos al diccionario.

Lo primero que hice fue descartar la explicación de los conceptos “grasia”, “salero” o el “duende”  porque se escapan de mis pobres conocimientos del alemán, y porque eso requeriría una explicación práctica aún más imposible que la anterior.

Hoy, finalmente, superando el canguelo como he podido me he presentado voluntario para, sobre todo, quitarme esto de encima y no tener que preocuparme más de este tema, para qué les voy a engañar.

Al principio mostré otras cosas que hay en mayo, como los patios, que después me dijo mi profesora que le habían gustado mucho, y comenté que son “Weltkulturerbe der Menscheit”, o Patrimonio de la Humanidad. Curiosamente, lo único español que creo que conoce todo el mundo, ni feria, ni patios ni ná, es el flamenco, para que lo sepáis. Eso sí que casi toda la gente sabe lo que es. Y, por supuesto, saben que es español. También enseñé algunas imágenes de la portada, de un plato de salmorejo y una botella de fino, amén de unas señoras bailando sevillanas que siempre quedan bien. Ya sé que definir salmorejo como “Sauce mit Olivenöl, Brot und Tomaten”, le quita un poco la gracia al asunto, pero qué quieren que les diga. Por otro lado, Weißwein no es la definición más apropiada para el Fino de Montilla, así que se quedó como Fino Wein. Mi descripción sobre las delicias de nuestra gastronomía terminó ahí, para no meterme en demasiados charcos yo solo.

La presentación me resultó complicada, no por tener que hablar delante de mis compañeros, sino porque hay que estar muy concentrado para no meter la pata con las declinaciones o no olvidar determinadas palabras. Por ejemplo, siempre se me olvida la que se puede aplicar a caseta que es “das Zelt”. Ya me imagino a los Cantores de Hispalis cantando aquello de "Ferien, Ferien, peaso de Zelt la que vamos a montar" para petarlo en el mercado musical alemán.

Mi profesora, con su generosidad proverbial, me dijo que lo había hecho bastante bien, aunque a mí no me quedó del todo esa impresión. Lo que sí es seguro es que para el tiempo que le eché no me ha compensado mucho, aunque eso sí, es el escrito más largo que he redactado hasta el momento en alemán, con lo que de algo espero que me haya servido.

En fin, llevo aquí poco más de una semana y ya ha salido la Feria a colación, ¿qué será lo próximo?

lunes, 10 de junio de 2013

En Göttingen no hay "gorrillas", hay parquímetros

Una de las cosas que más llaman la atención de Göttingen es la cantidad de bicicletas que circulan por la calle, todas las aceras y recovecos están repletos de bicis aparcadas y constantemente vemos a gente, desde los más mayores a los más pequeños, desplazarse por este medio.
Ahora bien, uno puede preguntarse la razón de esta práctica. ¿Están concienciados con el medio ambiente? ¿les parece una saludable forma de hacer ejercicio? Quizá todas las opciones son correctas, o ninguna. Yo, por mi parte, propongo otra… por tacaños.
Sí señores, por tacaños. Recuerdo ver las protestas en el telediario de los madrileños por la cantidad de parquímetros que el alcalde les había puesto y que les obligaba a pagar por aparcar en casi cualquier sitio, según decían. Pues bien, aquí pasa igual. No he visto en toda mi vida una mayor concentración de parquímetros en tan poco espacio. Hay que pagar en  todas partes, incluso en barrios residenciales como en el que yo vivo, hay montones de esas infernales maquinitas. Es una buena razón para usar la bicicleta, porque si no se nos puede ir un presupuesto para poder desplazarnos de un sitio a otro. Así que si en algún momento eligen visitar Göttingen, procuren llevar calderilla en el bolsillo.


Ah, se me olvidaba, por si alguno se lo había preguntado, aquí no hay "gorrillas", je, je.

domingo, 9 de junio de 2013

Göttingen, la ciudad del conocimiento

La primera vez que escuché el nombre de esta ciudad fue a propósito de algunos libros que mi director de tesis me había mandado leer sobre matemáticas. El resultado es que investigar sobre este tema me llevó a descubrir que distintos científicos punteros del pasado tenían todos un denominador común: Göttingen.

Científicos como Gauss, Weber, Klein, Riemann, Minkowski o Hilbert fueron sólo algunos de los distinguidos habitantes de esta ciudad, que ha acogido a decenas de premios Nobel; y en la actualidad alberga varias sedes del Instituto Max Planck y el centro de investigación alemán para el espacio. El Instituto Max Planck del que hablo surgió después de la Segunda Guerra Mundial para ocupar el lugar que había dejado el Instituto Kaiser Guillermo, fundado en 1.911 y que fue creado para la investigación científica en múltiples ramas. En él estuvieron Einstein, Fritz Haber, Otto Hann, Max von Laue, vamos, una ristra de premios Nobel. Pues como decía, varias de las sedes del Instituto se encuentran en esta ciudad.

Göttingen está llena de placas que señalan dónde vivieron y en qué época las mayores figuras, y los nombres de las calles también rinden tributo a estos personajes.

Podemos ver, por ejemplo, como en la misma calle, con un par de casas de diferencia, estuvieron viviendo aquí premios Nobel como Max Planck, fundador de la teoría cuántica y Werner Heisemberg, que descubrió el principio de incertidumbre que lleva su nombre ¡al mismo tiempo! Esto da una idea de hasta dónde llega la cosa.




El matemático Hermann Weyl, autor de “Symmetry” también vivió aquí, y precisamente casi enfrente del Goethe Institut.
Bernard Riemann, fundador de la geometría que lleva su nombre también estuvo aquí en el siglo XIX.






No sólo científicos, sino también el Canciller de Hierro, Otto von Bismarck residió aquí, aunque dicen que se dedicó a cosas más mundanas que el estudio de la carrera de Derecho, que era a lo que se supone que había venido.