lunes, 3 de junio de 2013

Mi primer día en el Goethe

El lunes empezó muuuy temprano. Después de conseguir cerrar la maleta, hazaña con un mérito reseñable, fui a recepción a que me reembolsaran el depósito de las llaves y me devolvieran mi carnet de alberguista. Grande fue mi sorpresa cuando la criaturita que había en recepción me entregó un papelajo ( el carnet no sé si por una semana o un mes, el mío es por un año y es de plástico ) y al leerlo veo que pone el nombre y la dirección de un tailandés. El chaval me vio el careto y seguramente se preguntó: “Aquí pasa algo” ( hago la traducción simultánea del alemán al español ). Menos mal que el tailandés en cuestión también venía al Goethe y lo arreglaron todo para que en la recepción nos volviéramos a intercambiar los carnets. Empezaba bien el día.

Pero lo peor venía ahora.

Una maleta de 30 kg ( según decía la báscula ) y 10 kg de mochila en la espalda me esperaban. En realidad el albergue está del Instituto Goethe a unos 10-12 minutos andando, pero claro, eso si vas descargado. Además otro detallito, en el que sólo reparé cuando las manos se me empezaron a poner rojas: la mayor parte del trayecto era CUESTA ARRIBA. Sí señor, cuesta arriba, con un par. Cuando llegué al Instituto, en vez de una mascarilla de oxígeno que era lo que necesitaba, la amable chica de recepción me devolvió mi carnet de alberguista, que en ese momento me importaba un montón.

Después de que me dieran la carpeta de bienvenida, me llevé otra sorpresa. No era suficiente con el examen que hice hace un par de semanas por internet, aún había más. Ya sabía que tenía que hacer una prueba oral, pero no me imaginaba que tuviera que hacer algo escrito. Ya con el aliento más o menos recuperado, hice la entrevista, unos 15 minutos respondiendo a un sinfín de preguntas en alemán, y de repente, la señora que estaba conmigo marcó en la hoja de nivel un B1.2, que era casualmente lo que había salido en mi prueba de nivel enviada por internet, y que era algo que yo desconocía. Pero como todo trasdós tiene su intradós, después, al hacer la prueba escrita, no me dejaron hacer la fácil, sino la de los niveles B2 para arriba, con lo que ya se pueden imaginar las patadas que he debido darle a la lengua de Goethe en los 20 minutitos que duró la prueba. Mañana por la mañana me dirán el nivel que tengo asignado, aunque es muy raro porque yo los cursos los he hecho de A1-A2, y, a pesar de haber visto un sinfín de películas en alemán y haber mejorado un poco el oído, es posible que la razón sea que el listón lo tienen un poco bajo. Ya se verá a partir de mañana.

Lo cierto es que el personal del Instituto Goethe es muy amable y son bastante simpáticos, me imagino que estarán acostumbrados a ver a mucha gente de todas partes del mundo. Por ejemplo, ahora mismo hay en la sala común dos japoneses hablando por skype, uno de ellos hablando a voz en grito, me imagino que pensando que no le entiende nadie ( excepto claro, el otro japonés que está al lado hablando con otra persona ).

El edificio está rodeado de zonas verdes y es todo muy tranquilo. Incluso hay un arroyuelo con un puentecito para cruzarlo.



Estas son las vistas desde la ventana de mi habitación:



Las vistas son bonitas, desde una tercera planta, pero hay un inconveniente, ¿se acuerdan de la maleta y la mochila tan ligeras de las que hablé al principio? Pues sólo les diré tres palabras: no hay ascensor.

En fin, el martes empieza el curso y se acaba el paréntesis de descanso para comenzar con mi nuevo trabajo: aprender alemán.

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